En un escenario donde el gobierno de Nuevo León ha recaudado ya 2 mil millones de pesos al año a través del “Impuesto Verde”, surge una preocupación creciente acerca de la transparencia en la gestión de estos recursos. Contrario a las promesas del 2021, este impuesto se ejecuta de manera opaca, sin estar vinculado a proyectos ambientales específicos. La falta de etiquetado y la ausencia de información detallada sobre la aplicación de estos fondos plantean interrogantes sobre su verdadero impacto en la ecología local.
La Elusiva Asignación de Recursos
A pesar de la creciente magnitud de los ingresos generados por el “Impuesto Verde”, las respuestas oficiales sobre la administración de estos recursos han sido esquivas. Según el Secretario de Medio Ambiente, Alfonso Martínez Muñoz, la Tesorería estatal es la encargada de gestionar estos ingresos. Sin embargo, las consultas en busca de detalles sobre la aplicación de estos fondos han quedado sin respuesta, generando aún más incertidumbre entre la población de Nuevo León.
El Destino Incierto de los Impuestos Ambientales de Nuevo León
Una fuente oficial revela que los impuestos recaudados por contaminar aire, agua o subsuelo ingresan a la bolsa general del Estado sin una reserva específica. Desde esta bolsa, “pueden” ser destinados a proyectos relacionados con el medio ambiente. No obstante, al analizar el informe financiero más reciente, correspondiente al tercer trimestre del 2023, se observa que apenas el 4.3 por ciento de la recaudación se asigna a programas ambientales, contradiciendo la intención inicial de destinar estos fondos de manera prioritaria a proyectos ecológicos.
La Brecha entre Promesas y Realidad del Gobierno
Cuando el Gobernador Samuel García propuso la creación del “Impuesto Verde” en octubre del 2021, aseguró que estos recursos estarían etiquetados específicamente para proyectos ambientales. Sin embargo, más de dos años después, la falta de informes públicos detallados y la discrepancia entre las asignaciones presupuestarias y la recaudación generan una brecha significativa entre las promesas iniciales y la realidad actual.
Al examinar la asignación de fondos a programas ambientales, se evidencia una disparidad notoria. El programa de Gestión para Mejorar la Calidad del Aire lidera con 61.3 millones de pesos, mientras que otros programas importantes, como la Procuración de Justicia Ambiental, reciben una asignación significativamente menor de 14.3 millones. La falta de inversión representativa en proyectos clave, como Protección de Servicios Ambientales, Fomento al Bienestar Animal, Programa de Acción Climática y Conservación de la Biodiversidad, plantea dudas sobre la verdadera prioridad ambiental en la administración de estos recursos.
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