Hace un año, Samuel García, gobernador de Nuevo León, protagonizó uno de los episodios políticos más inusuales en la historia reciente del estado. Lo que parecía ser el inicio de una precampaña presidencial terminó en una rápida y literal carrera de regreso al Palacio de Gobierno, dejando atrás su aspiración nacional.
El sueño presidencial de García, que duró 49 minutos
El 1 de diciembre de 2023, Samuel García solicitó licencia como gobernador, planeando iniciar su precampaña presidencial para las elecciones de 2024. Sin embargo, su aventura política fue interrumpida abruptamente por decisiones legales y políticas que lo obligaron a regresar al cargo menos de una hora después de haberlo dejado.
A las 23:30 horas de ese día, la Suprema Corte de Justicia de la Nación emitió una resolución que otorgaba al Congreso local la facultad de designar al gobernador interino. Además, el Tribunal Electoral federal desechó un recurso presentado por el emecista, y un juez laboral revocó una suspensión de amparo que había favorecido a Javier Navarro, Secretario General de Gobierno, para mantenerse como encargado del despacho.
Una madrugada caótica para Samuel García y NL
Con todas las instancias legales en contra, Samuel García se vio obligado a regresar al Palacio de Gobierno corriendo, literalmente, a las 0:49 de la madrugada del 2 de diciembre. En ese momento, Luis Enrique Orozco, designado como gobernador interino por el Congreso local, ya se encontraba en el recinto ofreciendo una conferencia de prensa.
Para evitar cualquier disputa sobre el control del gobierno, García emitió de inmediato un acuerdo publicado en el Periódico Oficial, en el que declaraba: “El suscrito reasume sus funciones”. Este acto marcó su regreso al cargo, pero también significó el fin de su aspiración presidencial, ya que no cumplió con el requisito de separarse de su puesto al menos seis meses antes de las elecciones.
Tensiones y riesgo de confrontación
La jornada estuvo marcada por tensiones entre cuerpos policiales. Fuerza Civil desplegó oficiales antimotines alrededor del Palacio de Gobierno, previendo una posible irrupción del gobernador interino respaldado por agentes ministeriales. Aunque el enfrentamiento físico nunca ocurrió, el clima de incertidumbre reflejó la fragilidad institucional del estado.
“Estamos de vuelta, de hecho nunca me fui”, declaró García días después en un video, intentando restar importancia a los eventos. Sin embargo, el episodio dejó claras fisuras en las relaciones entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo de Nuevo León, cuyas consecuencias todavía se sienten un año después.
El desencanto y las acusaciones contra el PRIAN
En los días posteriores, Samuel García retomó sus actividades habituales, pero no sin expresar su frustración por lo ocurrido. En un evento en una planta de fabricación de montacargas, retomó el tema de su fallida precampaña presidencial. “Así íbamos: pa’ arriba en las encuestas… méndigo PRIAN”, comentó mientras se elevaba en una plataforma.
Incluso llegó a mencionar que tenía preparado un material publicitario para su campaña presidencial, calificándolo como un “spot con madre” que no llegó a ver la luz. García culpó al PRIAN, término que utiliza para referirse a la supuesta alianza entre los partidos PRI y PAN, por haber frustrado sus aspiraciones políticas.
Impacto político y fracturas institucionales
El fallido intento de Samuel García por alcanzar la Presidencia dejó una huella en la política de Nuevo León. Las tensiones entre el Congreso local y el Poder Ejecutivo se agravaron, evidenciando una falta de consenso y comunicación entre ambas partes.
Además, el episodio puso en entredicho la capacidad de las instituciones estatales para manejar conflictos políticos de alto nivel, y mostró la vulnerabilidad del sistema ante intereses partidistas.
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